21 septiembre 2017

Cortado con Sindre



Por entre el sueño
el libro que leía
sigo leyendo.



La noche marca
sin principio ni fin
su rumbo ciego.



Cada mañana 
quito de mis deseos
las telarañas.



Como un tornado
devastando mis velas
pasas de largo.



Sobre el asfalto 
retumban las pisadas 
que no regresan.



La luna muerta
mete su terciopelo
por la ventana.



Pasan los años
y el árbol hacia adentro
sigue creciendo.



No se diluye
el olor de tu cuello
en mi memoria.



Sale tu vuelo 
destino a las antípodas
y aquí me dejas.



Con cada hoja
más se acerca el final
de nuestro libro.






Junto a mi fuego
esperaré a que vuelvas
cuando fracases.




Llamas y llamas
y nunca te contesto
por si me abrasas.




En la botella 
echo al mar el mensaje
de una hoja en blanco.




Te fuiste a donde
nos separa un abismo 
entre los labios.




Miras el brillo
de una estrella lejana
que se ha apagado.



Solo en la tierra
que da la vida existe
también la muerte. 



Fuiste la Aurora
de los rosados dedos
de mi odisea.



Cuanto más nieva 
más profunda es la vida 
bajo la tierra



La encrucijada
de donde todos parten
es mi destino.



Pierdo la apuesta
de impedir tu recuerdo 
aunque no juego.



En tu mirada
no encuentro la salida 
del laberinto.



Con los aleros
izados las pagodas
alzan el vuelo.




Los abedules
retuercen en la nieve
su sombra fría.



Crece la pila
de libros en la mesa
vivos por dentro.



El móvil quieto
espera la llamada
que lo despierte.





En pleno océano
el velero se agita
contigo adentro.



Cada mañana 
la fábrica de armas
abre su puerta.



Sobre la mesa
los libros depositan
sus pesadillas.



En algún sitio
estarás esperando
que dé contigo.



En el mensaje
tus palabras susurran
ecos de ecos.



Tu voz emprende
el peligroso viaje
a mis oídos.